miércoles, 23 de diciembre de 2015

MENSAJE CATOLICO POR NAVIDAD

Estimados hermanos y hermanas en el Señor...

Contemplamos en el Evangelio el momento en el cual el niño Jesús, el Hijo de Dios, viene al mundo...y esto nos llena de mucha alegría y agradecimiento al Señor, por todas las maravillas que ha hecho por nosotros.

Este misterioso acontecimiento tiene un tinte muy especial este año 2015 pues desde el pasado 8 del diciembre estamos, en consonancia con el Papa Francisco, celebrando el Año de la Misericordia.

Por eso al contemplar a Jesús niño, el hijo de la Virgen María y San José, estamos contemplando el rostro del Padre, el rostro de la misericordia. Pues este hermoso rostro infantil, es para reconocer a Dios, contemplar a Dios, y servir a Dios, a través del hermano.

Todo esto debe llevarnos a tener sentimientos de gratitud y de reconocimiento al mismo Dios Uno y Trino, es decir al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Estamos contentos, estamos felices, Jesús, es el Dios con nosotros. Misericordioso como el Padre.

Esta alegría debe de igual manera llevarnos a la conversión, un cambio de vida, despertar nuestras conciencias dormidas y cómodas. Necesitamos salir de nuestro confort y darnos cuenta que la Iglesia, que somos cada uno de nosotros, y muchos hermanos nuestros necesitan de todos y de cada uno, especialmente los más necesitados, los enfermos, los niños desamparados, los ancianos olvidados, etc.

Por eso el nacimiento del niño Jesús, el rostro de la misericordia del Padre, quiere en esta Navidad tocar nuestros corazones con su corazón misericordioso, pero nosotros tenemos que dejarnos tocar al corazón. Dios nos sorprende por todo lo que hace por amor a nosotros, debemos dejarnos sorprender por Dios, el Dios de las sorpresas, porque Él nunca se cansa de perdonarnos si abrimos la puerta de nuestro corazón.

En nuestros días hay hermanos y hermanas nuestras que que viven sufriendo, sin encontrarle sentido a la vida, sufriendo decepciones, frustraciones que hacen que muchas veces se busquen caminos equivocados ante la falta de esperanza de un futuro mejor.

La misericordia del Padre es la fuente de la alegría, serenidad y de paz.

“En una ocasión una buena cristiana se presentó a la puerta del cielo, con mucho miedo. San Pedro la recibió cordialmente y trato de darle ánimo, pero le dijo seriamente:
Para entrar en el paraíso hay que tener cien puntos. La buena mujer comenzó a decir lo que había hecho: fui fiel a mi esposo toda la vida, eduqué cristianamente a todos mis hijos; fui catequista por veintidós años; fui voluntaria en un hospital; fui misionera; traté de soportar a todos sin quejarme, sobre todo a mi párroco.
Cuando terminó de enumerar todo, San Pedro le dijo: dos puntos y medio

Para la mujer fue un golpe fuerte en el estomago, y después continuo diciendo: cuidé a mis padres, nunca falté a misa, perdoné a mi hermana, dije siempre las oraciones de la mañana y de la noche, recé el rosario todos los días....

San Pedro dijo: estamos en tres puntos.

La mujer se desmoralizó. ¿Cómo podré llegar a los cien puntos?
Ya había dicho todo lo que había hecho en vida. Con lágrimas en los ojos y la voz temblorosa le dijo a San Pedro: si esto es así, solo puedo contar con la misericordia de Dios.

Cien puntos gritó San Pedro. Y el camino al cielo se abrió para la mujer.

Y pues las cosas son así. Podemos hacer muchas cosas, pero solo la misericordia de Dios puede darnos la alegría, serenidad y La Paz.

Y ¿Cómo?... A través de un sincero y verdadero arrepentimiento de los pecados y del sacramento de la confesión.

Y ya de manera personal: te invito hermano y hermana a que te acerques a la puerta del alma que es el confesionario y la confesión de los pecados cometidos. Que el Niño Jesús nunca se cansa de perdonar. Y El te espera con los brazos abiertos.

A todos feliz nacimiento del rostro de la misericordia, Jesucristo nuestro Señor.

Con bendiciones. Pbro. Francisco Mukul Domínguez

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