“Este Miércoles de Ceniza es una invitación a los orígenes, a volver a empezar, a la conversión, porque es tanto como pensar que somos polvo y que de éste fuimos remodelados por las manos del Creador, al recibir un soplo de vida divina para convertirme en una nueva persona con ideales de fe en Cristo”, expresó el párroco Lorenzo A. Mex Jiménez durante la ceremonia de imposición de ceniza.
El sacerdote explicó que cada año la Cuaresma nos ofrece una ocasión providencial para la conversión, para profundizar en el sentido y en el valor de ser cristianos, y nos estimula a descubrir de nuevo la misericordia de Dios, para que también nosotros lleguemos a ser más misericordiosos con nuestros hermanos.
“En el tiempo cuaresmal la Iglesia se preocupa de proponer algunos compromisos específicos que acompañen concretamente a los fieles en este proceso de renovación interior: oración, ayuno y limosna. Al asumir estos compromisos, la Cuaresma se convierte en el tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia aquél que es la fuente de la misericordia; una peregrinación en la que Él mismo nos acompaña a través del desierto de nuestra pobreza espiritual, sosteniéndonos en el camino hacia la alegría intensa de la Pascua, incluso en el ‘valle oscuro’ del que habla el salmista.
“Mientras el tentador nos mueve a desesperarnos o a confiar de manera ilusoria en nuestras propias fuerzas, Dios nos guarda y nos sostiene. En este sentido es como nos dejan los Evangelios el rostro imborrable de Jesús, que ‘al ver a las gentes se compadecía de ellas’. Esta mirada conmovida de Cristo se detiene también hoy sobre los hombres y los pueblos, pues por el proyecto divino todos están llamados a la salvación.
“Jesús, ante las insidias que se oponen a este proyecto, se compadece de las multitudes, las defiende de los lobos, aún a costa de su vida. Con su mirada, Jesús abraza a las multitudes y a cada uno, y los entrega al Padre, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio de expiación”, explicó.
Refiriéndose a la palabra justicia, que en lenguaje común significa dar a cada uno lo suyo, señaló que aquello de lo que el hombre tiene más necesidad no se le puede garantizar por ley, pues para gozar de una existencia en plenitud necesita algo más íntimo que se le puede conceder sólo gratuitamente, ya que el hombre vive del amor que sólo Dios, que lo ha creado a su imagen y semejanza, puede comunicarle.
“No proporciona al ser humano todo ‘lo suyo’, que le corresponde, pues el ser humano, además del pan y más que el pan, necesita a Dios, por eso dice San Agustín que la justicia es la virtud que distribuye a cada uno lo suyo, no la justicia humana que aparta al hombre del verdadero Dios”, recordó.
El padre mencionó que San Marcos dice en su evangelio las palabras de Jesús que se sitúan en el debate de aquel tiempo sobre lo que es puro y lo que es impuro. “Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre, porque de adentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas. Sobre la cuestión inmediata relativa a los alimentos, podemos ver en la reacción de los fariseos una tentación permanente del hombre: la de identificar el origen del mal en una causa exterior. Este es un presupuesto que muchas ideologías modernas tienen, pues proponen que, como la injusticia viene de afuera, para que reine la justicia es suficiente con eliminar las causas exteriores que impiden su puesta en práctica.
“Para Jesús, este modo de pensar es ingenuo, por no ver la respuesta. Como dice muy bien un místico oriental: la fe y la palabra en la boca, la fe y la verdad en el corazón, y la fe y las obras en la vida”, agregó.
Durante este día, en la parroquia y las capillas del puerto se realizó la imposición de ceniza. El párroco y el vicario fueron apoyados por las monjas y los ministros parroquiales.
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