Estamos celebrando el cuarto domingo de Cuaresma, domingo de la alegría, el domingo de “letare”, que nos recuerda para qué nos estamos preparando en la Cuaresma que en sí misma no es un fin sino un medio, un tiempo de gracia para convertirnos y reorientar nuestra vida a Dios, con nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, expresó el párroco Pbro. Óscar Cetina, al dar inicio a la misa que sirvió para bendecir a los pescadores que mañana inician una nueva temporada de pesca de mero.La alegría se resume en la parábola que nos cuenta Jesús en la lectura de San Lucas, la alegría es algo más grande que la virgen, la alegría que nos da Dios padre, agregó.
Jesús se reunió con los publicanos y fariseos con lo cual estos y los escribas murmuraban entre sí, éste recibe a los pecadores y come con ellos, Jesús les dijo entonces esta parábola: un hombre tenía a dos hijos y el menor de ellos le dijo a su padre: Padre dame la parte y herencia que me toca y él repartió los bienes.
Luego el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país lejano, y allá derrochó su fortuna viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a padecer necesidad; entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país y el cual puso en sus campos a cuidar cerdos, tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos pero no se lo permitían”.
Se puso a reflexionar y se dijo: Cuantos trabajadores tienen pan de sobra en casa de mi padre y yo aquí me estoy muriendo de hambre, me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre he pecado contra el cielo y contra ti, yo no merezco llamarte hijo tuyo, recíbeme como a uno de tus trabajadores.
Regreso entonces a la casa de su padre, estaba todavía lejos cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió y lo cubrió de besos, el muchacho le dije: He pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarte hijo tuyo, pero el padre le dijo a sus criados: denle la túnica más rica y vístansela, pónganle un anillo en el dedo y sandalias y traigan el becerro gordo y mátenlo, comámoslo y hagamos una fiesta porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado.
El banquete empezó, y el hijo mayor estaba en el campo, al volver cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos, entonces llamó a los criados y preguntó qué pasaba, luego le explicaron. El hermano mayor se enojó y no quería entrar, salió entonces el padre y le rogó pero le replicó: jamás he desobedecido una orden tuya y nunca me has dado un cabrito para comérmelo con mis amigos, pero eso sí, viene ese hijo tuyo que despilfarro ese dinero con malas mujeres y tú mandas hacer una fiesta.
Pero el padre dijo: Tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo; pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado.
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