lunes, 29 de septiembre de 2014

DEBE HACER LA VOLUNTAD DE DIOS.Misa dominical

Un hombre tenía dos hijos. Llegó al primero y le dijo: Hijo, vete hoy a trabajar en la viña. Y él respondió: ´No quiero´, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ´Voy, Señor´, y no fue. Jesús dijo “En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en Él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en Él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en Él”, expresó el Pbro. Francisco Mukul Domínguez en la misa dominical en la iglesia parroquial de la Purísima Concepción y San José.
Manifestó: Señor, gracias por recordarme que tiendo a identificarme con ese hijo del Evangelio que dice que va cumplir tu mandato pero al final del día no hace nada. Guía esta oración y dame la fuerza espiritual para descubrir el camino que debo seguir para cumplir pronta y alegremente con tu voluntad.
El hombre de por sí está tentado de oponerse a la voluntad de Dios, de tener la intención de seguir su propia voluntad, de sentirse libre sólo si es autónomo; opone su propia autonomía contra la heteronomía de seguir la voluntad de Dios. Este es todo el drama de la humanidad. Pero en verdad esta autonomía es errónea y este entrar en la voluntad de Dios no es una oposición a uno mismo, no es una esclavitud que violenta mi voluntad, sino que es entrar en la verdad y en el amor, en el bien.
Seguramente nos es bastante familiar este refrán: “Obras son amores, que no buenas razones”. Es probable que nosotros mismos lo hayamos pronunciado miles de veces. Y, sin embargo, parece que en muchas ocasiones nos olvidamos fácilmente de él, agregó.
En el Evangelio de hoy nuestro Señor nos cuenta la historia de dos hijos. Su padre les pide que vayan a trabajar a la viña. El primero responde de un modo muy poco cortés y un tanto violento. En cambio, el otro, con palabras muy atentas y comedidas, dignas incluso de un caballero: -"Voy, señor" -le contesta, pero no va. En cambio, el hijo rebelde y “rezongón” se arrepiente y va a trabajar. Y Cristo pregunta a sus oyentes: -"Cuál de los dos hizo lo que quería el padre?"-. La respuesta era obvia: el primero. Sus obras lo demostraron.
Yo creo que lo que nuestro Señor quiere decirnos con esta parábola es, en definitiva, que lo que verdaderamente importa para salvarse no son las palabras, sino las obras. O, mejor: que las palabras y las promesas que hacemos a Dios y a los demás cuentan en la medida en que éstas van también respaldadas por nuestras obras y comportamientos. Estas son las que mejor hablan: las obras, no los bonitos discursos; las obras, no los bellos propósitos o los nobles sentimientos nada más, concluyó.

No hay comentarios:

Publicar un comentario